Os dejo el tercer capítulo de la Rosa y el Jardinero. Para los muchos que habéis empezado a leer mis piezas hace poco, os dejo la historia desde el primer capítulo. Sin lugar a dudas este mi cuento, es mi obra favorita. Y cuando pueda terminar mi novela este verano, será un gran reto cumplido. Espero la disfrutéis y muy pronto, os colgaré el cuarto capítulo.
La Rosa y el Jardinero
Primer Capítulo
Aquel verano, fue seguido por un otoño y tras él, un invierno. Y ese duro invierno, trajo consigo grandes tormentas. La lluvia inundó cada rincón de aquel precioso jardín en el que se conjugaban azarosamente las amapolas de la libertad, las margaritas impulsivas, las calas de la armonía, los claveles de la constancia , y , en el centro, hermosos rosales del amor, la pasión, los sueños y los deseos. La dama de noche y el jazmín coqueteaban entre risas de aroma y miradas llenas de ternura. Pero, tras aquel despiadado invierno, el jardín quedó completamente cubierto de fango y de agua. Todo había quedado reducido a la Nada.
No obstante , al llegar la primavera ,en un recoveco del jardín un rosal de un aterciopelado rojo pasión empezó a asomar sus primeros vestigios de vida. Estaba asustado y sólo, puesto que había sido el único que había logrado desafiar a la naturaleza, por lo que un paralizante miedo a ser lastimado, pisoteado, destruido y despreciado apenas dejaba entrever toda la majestuosidad, grandeza y potencial que anidaban en sus diminutos capullos.
El sol radiante y acariciador, pero nunca abrazador de la primavera fue alimentando la savia de nuevos sueños y deseos. Sus raíces fueron tornándose de nuevo fuertes y arraigándose a la tierra con la misma fuerza de aquellos tiempos en los que el jardín había mezclado graciosamente todos y cada uno de los colores del corazón, la vida y el alma. De hecho, el arco iris envidiaba secretamente aquel escenario que arrollaba todos los sentidos y en lo más profundo de su interior había ansiado que aquel jardín desapareciera.
Al llegar el verano, el rosal alimentó de nuevo su autoconfianza y volvió a sonreír, y la dama de noche y el jazmín decidieron unirse a aquella pincelada de felicidad que poco a poco había empezado a dibujarse en el jardín.
Una de aquellas tardes estivales, el Destino , que había discutido con la Fortuna, quiso apaciguar su tristeza con uno de sus juegos infantiles, de modo que decidió mover los pequeños hilos de la vida de aquel solitario jardinero. Así que con una sonrisa pueril, el Destino ingeniosamente se le antojó cruzar sus caminos y observó como el jardinero miraba prendado la sencillez y belleza de aquel rosal. Con su cálida mano, el jardinero, hizo un pequeño ademán de acariciar una rosa pero,tan sólo la observó ,sin apenas poder salir de su asombro al comprobar que mientras más se acercaba , todo su espíritu era hechizado por un cúmulo de sensaciones que hacían que todo cuánto giraba a su alrededor careciera de sentido y de valor. Mientras tanto, el Destino había reanudado su juego con la Fortuna olvidándose por completo de la Rosa y el Jardinero…
De regreso a casa, el jardinero cerró sus ojos en un intento de revivir aquella sensación que había experimentado al tener aquella rosa con sus espinas, sus pétalos y su aroma tan cerca de su mano. Cautivado y perturbado por aquel instante, decidió regresar aquella noche. La luz de la luna llena bañaba la rosa con sus tenues rayos y el jardinero la observó mientras una embriagadora y dulzona brisa, cargada por el intenso aroma desprendido por las caricias de la dama de noche y el jazmín, mecía el tallo de su rosa. Sin saber porqué la llamó por vez primera su Rosa…Todavía era más bonita a la luz de la luna y, su soledad la hacía aún más hermosa. Pasaron horas mientras memorizaba la forma de cada uno de sus pétalos, e incluso aquellos que eran imperfectos, eran sin lugar a dudas, aún más bellos porque eran parte innata de ella. De pronto, un tenue destello lo alertó pues no lograba comprender cómo una gota de rocío podía posarse en uno de sus pétalos. Así que poco a poco y sin querer asustarla se acercó. Cuál fue su asombro al comprobar que no era rocío de la noche, era una lágrima. Su Rosa tenía sentimientos…
Segundo Capítulo
La Rosa andaba absorta en sus pensamientos y no era consciente de que la melancolía se había apoderado de ella, dejando escapar suspiros que intensificaban el aroma que desprendía su propia fragancia. Incluso, por unos minutos, se había olvidado de aquel jardinero que fingía no observarla junto al romero que había crecido salvaje en uno de los pequeños rincones del jardín;y ,que simulaba, sin apenas conseguirle, estar por casualidad sentado en el jardín. Recordaba vagamente haberlo visto pasar caminando en algunas ocasiones por el camino que se extendía a lo largo de todo el jardín. Poseía un aire arrogante en su caminar lo cual incluso conllevaba a la engañosa idea de parecer más alto y fuerte de lo que era en realidad .Su cara siempre mostraba una mueca de superioridad rayando incluso a la prepotencia , pero que desaparecían en aquellos momentos en el que no se sentía observado . En cierta ocasión, había oido una conversación en el que se enorgullecía y alardeaba de ser un gran jardinero y, entre risas , se jactaba de como sus manos eran envidiadas por otros jardineros de los alrededores . En aquel momento se había sentido muy irritada por el tono engreido y narcisista de sus palabras y lo tachó de pueril ante semejante egocentrismo. Sin embargo, cuando caminaba sólo, su mirada parecía perdida en la infinitud del camino y un semblante de tristeza agudizaba una pequeña arruga en la comisura de sus labios, dejando entrever a un hombre en cuya vida, la soledad era su más fiel compañera.
De repente salió aturdida de los recuerdos en los que se hallaba inmersa al ver como unos ojos almendrados se aproximaban con sigilo hacia ella. La mirada del jardinero era transparente y una tímida sonrisa asomó entre sus labios. No recordaba haberlo visto tan apuesto y ni tan siquiera le había llamado la atención el color chispeante de aquella mirada. Así que la Rosa, entrecerró un poco más sus pétalos en un intento de esquivar los rayos de luna que apenas le permitían ver todo cuánto se ocultaba en aquellos pequeños, pero vivaces ojos.Al mismo tiempo se sintió muy avergonzada porque una lágrima se deslizaba sin rumbo por uno de sus pétalos y una mano suave pero firme había evitado que una de las espinas la partiera en dos.Nunca le había gustado que los extraños la vieran llorar y , el hecho de haber permitido que sus emociones hubieran salido a relucir,la hizo erguir su tallo en un intento de mostrarse firme y fría. Pero, la sonrisa del jardinero en la que se mezclaba en pequeñas dosis nerviosismo, timidez y asombro le arrancó una sonrisa recíproca ,dejando completamente al desnudo los verdaderos seres que se ocultaban tras aquellas dos siluetas.
De este modo, entre tímidas miradas la Rosa y el Jardinero entablaron una conversación que se alargó hasta que los primeros rayos de la aurora empezaron a despuntar en el jardín. El jazmín y la dama de noche dormían con sus ramas entrelazadas y en cada uno de sus tiernos abrazos dejaban suspendido en el aire su genuino aroma y esencia. Hablaron durante horas como si se hubieran conocido durante toda una vida. El jardinero le habló de su trabajo, del jardín que cuidaba, de sus amigos, de sus sueños e inquietudes y le contaba a la Rosa alguna que otra pequeña anécdota que la hacía reír. Los dos estaban absortos y ensimismados en cada una de las palabras que pronunciaba su acompañante, sin por tan siquiera un segundo percatarse que la luz que irradiaba sus rostros había eclipsado por completo toda la luz de la luna.
Al separarse aquella madrugada el jardinero pensó que ella era maravillosa. Ella pensó que él no podía ser real. Y así durante días el Jardinero y la Rosa contemplaron el crepúsculo conversando ávidamente y haciéndose cada vez más partícipes de sus pequeñas grandes confidencias. El Amor disfrazado de Amistad había anidado en sus corazones con un semblante completamente auténtico mientras que las amapolas, las margaritas, las calas y todo el colorido del jardín renacían con más resplandor que nunca…
Tercer Capítulo
Durante semanas los encuentros se hicieron indispensables en la vida de la Rosa y el Jardinero. La Rosa, cuidaba de cada pequeño detalle del jardín y ensimismada en aquella sobredosis de felicidad, andaba meciendo sus pétalos y su tallo al compás de los pequeños acordes que salían de su frágil voz. Estaba tan radiante y tan hermosa que el rojo de su vestidura se había intensificado hasta límites insospechados. Las amapolas de la Libertad, se arremolinaban alrededor de ella:“ Rosa, cuéntanos otra vez como lo conociste”.
Y la Rosa comenzaba nuevamente con su relato, con unos ojos tan sumamente brillantes que parecían haber robado todo el brillo a las estrellas. Sí, lo amaba…Amaba cada pequeña arruga de su rostro, cada gesto de sus inconfundibles manos y cada uno de sus relatos. Lo amaba más aún cuando se mordía el labio inferior, y cuando un suspiro se escapaba de su boca y dejaba caer sus anchos hombros con una singularidad cautivadora.” Sabes, Rosa, dicen que un suspiro es un beso prohibido” – repetían entre risas las amapolas – y la Rosa sonreía rebosante de dulzura. Sí, lo amaba a él y a todo su ser. Se sentía hechizada por todo lo que era y por todo aquello cuánto le aportaba. La Rosa explicaba a las calas de la Armonía que se sentía segura, a la vez que un sentimiento de libertad se adueñaba de las raíces que la arraigaban a la tierra firme. Ahora se amaba, se respetaba y se valoraba, le subrayaba con voz queda a las margaritas impulsivas. Entonces – dijeron todas y cada una de las flores del jardín al unísono – ¿estás ya preparada ? Durante varios segundos un silencio estremeció cada rincón del jardín, y la expectación hizo que el aroma de cada una de las flores se intensificara y se transformara en un dulzón perfume con olor a una nueva ilusión. Y justo en aquel instante, la Rosa afirmó rotundamente con un gesto y con su voz.
Al otro lado del camino, el Jardinero también pensaba continuamente en la Rosa. Cada tarde, en las últimas semanas, se convencía asimismo de que hablaría con ella. Tenía que decirle la verdad. Tenía que confesarle que estaba profundamente enamorado de ella. Amaba cada detalle de su jardín. Amaba su sencillez, su alegría, su ternura y su tristeza. La amaba porque era auténtica y verdadera .Quería llenarse de su impulsividad, de sus tropiezos y como no, de cada uno de sus sentimientos. Quería poder abrazarla y fundirse con ella, en un te quiero. Pero, cabizbajo volvía a repetirse de nuevo que era una Rosa. Era consciente de que su cuerpo estaba cubierto de pétalos y espinas, pero su alma y su espíritu, no, no eran el de una Rosa. Entonces, completamente desolado, suspiraba y ese te quiero se lo soplaba al viento:
“Susúrraselo al oído, viento, susúrraselo mientras se mecen sus pétalos, susúrraselo con mucha ternura,ya que yo no puedo” .Y así como cada tarde el Jardinero emprendió el camino que le conducía hasta el Jardín.
El Destino y la Fortuna habían estado jugando al escondite durante varios meses, puesto que para ellos no existía la noción del tiempo. La Fortuna se reía burlona del Destino que había tardado más de lo acostumbrado en encontrarla. Destino, estás perdiendo algunas facultades- continuaba la Fortuna entre risas y coqueteos. Así que su compañero de juegos la observó con el ceño fruncido y le dijo:“ Acabo de recordar que me olvidé de la Rosa y el Jardinero”. De inmediato, con una cómplice mirada y tomándose uno del otro por la cintura posaron sus ojos en la escena del jardín. La Fortuna apoyó suavemente su rizada cabellera sobre el hombro del Destino y él le respondió con suaves y repetidas caricias en la mejilla.“ No intervengas, Destino, deja que sus corazones forjen su propio camino”, le pidió con voz arrulladora la Fortuna.
Continuará…
Autora: Ana Carvajal Jiménez